El pasado sábado 21 de mayo se celebró en los cuarteles de Loyola una jornada de puertas abiertas.
Referente a este tema, hemos recibido un mensaje denunciando las molestias causadas durante toda la jornada por el ruido de las sirenas, la música de la megafonía...
También se ha publicado en un blog una crónica de la jornada celebrada.
Adjuntamos ambos aspectos, la queja y la crónica de la celebración, para que cada cual saque sus conclusiones.
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QUEJA DE LA ASOCIACIÓN DE VECINOS DE LOIOLA RESPECTO A LA JORNADA DE PUERTAS ABIERTAS DEL CUARTEL DE LOIOLA:
La asociación de vecinos de Loiola queremos denunciar las molestias generadas el pasado sábado día 21 durante la celebración de una fiesta en el cuartel militar de Loiola.
Desde media mañana y hasta la tarde tuvimos que soportar el constante ruido de las sirenas de los vehículos militares y gritos por megafonía.
En dos ocasiones llamamos a la Guardia Municipal de Donostia para informarlos de lo que ocurría, ya que los vecinos ante el constante sonido de sirenas estábamos alarmados y pensando de que algo malo estaba sucediendo.
Es una constante que durante las celebraciones que realizan se moleste al barrio con música militar por megafonia, así como sirenas, gritos y algún que otro altercado por el barrio.
Un respeto a l@s vecin@s de Loiola.
URUMEA IBAIA - LOIOLAKO AUZO ELKARTEA
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CRÓNICA DE LA JORNADA DE PUERTAS ABIERTAS DEL CUARTEL DE LOIOLA (Blog MIRADAS DE UN PEATÓN de Iñigo Cavanillas - Ion Urrestarazu)
UNA JORNADA DE PUERTAS ABIERTAS ENLOS CUARTELES DE LOYOLA
Este sábado pasado, día 21, aproveché la ocasión única de poder visitar los Cuarteles de Loyola. Con la celebración del Día de las Fuerzas Armadas se ha permitido el paso a civiles y, ya que hacía un bonito día, ¿por qué no hacer una visita?
Tras bajar en la estación y dirigirme a pie hacia mi destino, a medida que iba bordeando el Urumea, pude ver cómo los cuarteles estaban engalanados con banderas, señalando así el especial acontecimiento. Una vez cruzado el puente de Urdinzu, y pasar el pertinente control de seguridad, tuve vía libre hasta el Cuartel de Mª Teresa.
En el zaguán de dicho Cuartel, a modo de presentación, había colocados diferentes stands con fotografías y textos que contaban la historia de los Cuarteles desde su fundación hasta la actualidad. Allí mismo estaba el acceso a la novísima sala de Banderas, que desde su estreno el año pasado —la primera jornada de puertas abiertas en Loyola— ha ido aumentando exponencialmente sus fondos. Decidí postergar su visita y comenzar a disfrutar de los diferentes atractivos que ofrecía el Patio de Armas.
En torno al Patio habían sido desplegadas tiendas de campaña y diversos vehículos permanecían estacionados. Todo ello, a modo de pequeño muestrario, preparado para el disfrute de los curiosos que hasta allí se habían acercado.
Las tiendas se dividían de la siguiente manera: un puesto de información para futuros reclutas, donde a los más pequeños les pintaban las caras; un puesto médico con lo último en curas de emergencia, con diverso instrumental e, incluso, un maniquí de RCP para practicar el boca a boca; una cocina de campaña, donde se cocinaba la paella para los asistentes; y, por último, una serie de tiendas donde se exponían diversos artefactos bélicos que iban desde armas ligeras y pesadas a ingenios tecnológicos tales como visores nocturnos o sistemas de telecomunicación.
Los vehículos se componían, básicamente, de ambulancias —donde los más pequeños se entretenían en darle a las sirenas y a los altavoces— y otros vehículos de transporte como camiones y todoterrenos artillados. Yo me subí en un todoterreno artillado —un URO VAMTAC— y tras asomarme por la escotilla y colocarme un casco que por allí había, le dije al soldado que estaba de cicerone: “La seguridad ante todo”, arrancándole con una carcajada.
Los soldados atendían a los curiosos con cortesía y, por qué no decirlo, con una santa paciencia infinita. Lo mimo hablaban de los portentos del granulado anti-hemorragias, ofrecían probar un chaleco antibalas o enseñaban a usar fusiles de asalto y lanzacohetes. Y, se me olvidaba, actuaban como improvisados fotógrafos, a solicitud de los civiles, para así obtener la tan ansiada fotografía de recuerdo.
El público asistente eran básicamente civiles —aunque también había soldados de permiso—, tanto curiosos ajenos al mundo militar —como un servidor— como las familias de los soldados aquí destacados. No se escandalice el lector por la presencia de niños en este acto, pues la inmensa mayoría eran hijos de militares ¿A caso no tienen derecho a saber en qué trabajan sus padres?
Apenas había comenzado la visita, cuando aparecieron desfilando los miembros de la banda de música, procediendo así al primer pasacalles que estaba programado a las 12:00. Tras situarse en el centro de la Plaza, tocaron conocidas marchas al toque de corneta y tambor, para luego volver a desfilar.
A las 13:00 se inició en el centro del Patio de Armas la exhibición canina, donde un cabo primero hizo las delicias de los más pequeños exhibiendo las aptitudes de un pastor alemán. El acto terminó con el saludo militar, tanto del cabo como del can.
Media hora después, se dio aviso de que se procedería con la degustación de paella, que sería servida en la cocina de campaña antes mencionada. Evidentemente, el público acudió raudo, cual langostas del Apocalipsis, para degustar el gratuito manjar. Yo, descorazonado por la larga cola ante la cocina y quemado por el fuerte sol del mediodía, decidí evadirme a la Sala de Banderas.
La nueva Sala de Banderas es, para el ojo experto, el punto fuerte de la visita. Tras un arduo trabajo de documentación y recolección de objetos —muchos de ellos donaciones particulares—, al que hay que sumarle el montaje y preparación de la sala, se ha creado un entorno propicio para divulgar una pequeña parte de la historia militar de San Sebastián.
Allí hay un poco de todo: armas y herramientas de época, estandartes y banderas, maniquís uniformados tanto con réplicas como con prendas originales, vitrinas temáticas que abarcan desde las Guerras Carlistas a las actuales misiones humanitarias, pasando por las guerras de África, Cuba y la Guerra Civil Española… Todo ello aderezado con cuadros donde se recogen los héroes y logros del Tercio Viejo de Sicilia. En fin, el sueño de cualquier apasionado de la historia.
Una de las cosas más curiosas que uno puede encontrarse en la sala es la vitrina en homenaje a Miguel de Cervantes, antiguo miembro de la unidad, donde se exponen restos de la tumba recientemente excavada.
A las 14:00, volvió a desfilar la banda para amenizar con la música guerrera; pero solo pude escucharla en la lejanía, pues mi atención estaba puesta por completo en todas y cada una de las maravillosas reliquias que se guardan en la Sala de Banderas. También hay que decir que, en la Sala, sonaban conocidas bandas sonoras épicas como la de Braveheart o Juego de Tronos.
Tras remirar la sala de arriba abajo, pude hablar con el conservador de éste encomiable museo: el Sargento Domínguez. Domínguez me ha impresionado, es todo un entusiasta de la historia y se ve que le encanta su trabajo. Me explicó el origen de unas cuantas piezas allí expuestas, además de darme la noticia de que, para el próximo año, se abrirá una nueva sala que estará dedicada íntegramente a San Sebastián.
Tras disfrutar de una larga charla con el Sgto. Domínguez, marché fuera del cuartel a las 15:00, hora en la que se daba por acabada la jornada de puertas abiertas a los Cuarteles de Loyola. El próximo año más y mejor.
ION URRESTARAZU PARADA
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