viernes, 2 de mayo de 2014

AÑORANZAS DEL VIEJO LOIOLA

Algunos no hemos conocido ese Loiola, tuvo que ser genial y aunque el actual no sea tan especial, también nos gusta porque es el barrio que elegimos para vivir y en el que nos sentimos bien.
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AÑORANZAS DEL VIEJO LOIOLA
Lejos quedaron las romerías del siglo XIX, donde el río y los caseríos eran protagonistas junto con las costumbres y tradiciones que entonces tenían las gentes del barrio. Tampoco el barrio de hoy es el mismo al de hace cuarenta o cincuenta años, y sobre eso algo saben Andrés Guzmán 'Txato', Ángel Calvo 'Nene', José Ignacio Camio y Amado Revuelta, que recuerdan su infancia y años jóvenes; tiempos en los que a Loiola aún le quedaba originalidad y autenticidad, que con los años parece que se va diluyendo, fruto del tipo de sociedad moderna que se va construyendo y que se lleva por delante esencias y tradiciones.
«¡Te veo hecho un chaval!», le saluda José Ignacio Camio al Txato. Una amistad que perdura en el tiempo, a pesar de que José Ignacio se fue a vivir a Andújar hace casi treinta años. El tiempo vuela. Siempre que viene de visita se junta con su antigua cuadrilla y, por supuesto, siempre cae alguna cena en la sociedad. A ellos se suma Nene, también amigo de siempre, y Amado.
Los cuatro se ponen de acuerdo enseguida en lo mucho que ha cambiado el barrio en las últimas décadas. «No puedo coger el coche para echar un pote aquí. No puedo aparcar, para empezar», enfatiza Nene. «Antes venías de currelar a las siete, íbamos al Miner o aquí en la sociedad. Cazuelita, anchoas, filete... partida al mus. ¡Ahora jugamos al mus una vez al año, cuando antes se jugaba todas las semanas!» señala.
Es uno de los hábitos que ha cambiado en la vida de muchos y muchos loiolatarras. Como lo era el poteo. «Comparado con hace veinte años, no tiene nada que ver. Decenas de cuadrillas poteaban a diario», dice Txato, que ha visto cómo los bares han ido cerrando a razón de uno por año: La Brasa, la Cerve, Irurak, Atxiki, Brasil, Loyola... Nene atribuye parte del daño a la remodelación urbanística que se realizó en el barrio, en la que ahora sólo hay un sentido de circulación, no existe la doble fila y hay que bordear todo el barrio para entrar. También es verdad que «se han marchado muchísimas familias enteras», subraya. Estos factores, como el del cambio de los costumbres de la sociedad, han hecho mella en los hábitos de vida, que en efecto, han cambiado.
Aceite de ricino
Txato empezó los estudios en Arkupe, Nene y Amado lo hicieron en las públicas y José Ignacio, en La Salle. «En las públicas no aprendimos nada. Era una algarada», exagera Nene. Recuerdan cómo «nos ponían en fila para darnos el aceite de ricino, tras cantar el 'Cara al sol'». En La Salle, sin embargo, había nivel, y venía gente de toda la provincia. «Eso no quita para librarnos de algún capón que otro que caía de manos de los hermanos», ironiza José Ignacio. Nene recuerda al maestro en las públicas mandando agachar a Genaro, pues no le alcanzaba para darle con la regla: «¡San Sebastián, agáchese! y ¡zas!». Como dice Txato, «nos pasábamos el día haciendo trastadas. Algunas no se pueden ni contar». Nene agrega que «a más de uno le han cortado el pelo al cero», refiriéndose a cuando se colaban en las cocinas o en las piscinas del cuartel para hacer de las suyas.
«De nuestra adolescencia tenemos la imagen de vivir en un grupo de amigos. Fútbol, frontón, parque» comentan. «No teníamos tele. Los sábados bajábamos a ver cine donde Ignacio Miner», recuerda Amado, y añade que «veíamos los partidos de fútbol desde los escaparates de las tiendas». En aquellos tiempos no les faltaba ni dinero ni trabajo. «'Me he cabreado con el jefe. Me voy a otro lado' o 'se necesitan currelas para mi curro' era lo normal», afirma Nene. En su tiempo libre acudían al baile. «En verano a Hernani y en invierno, a Errenteria». Entonces la banda tocaba en directo. Txato recuerda los valses y pasodobles. Nene -que es más joven- también conoció los comienzos del twist y el rock and roll.
En el plano deportivo, Loiola tenía mucha actividad. El equipo de Los Luises de Loiola era imbatible. «Estábamos Genaro, Miri, Txikuri, Periko Irastorza, Macuso 'Peru'», recuerdan. La carretera principal de Loiola era el campo de fútbol y «parábamos cuando pasaba algún que otro coche, pues no había apenas tráfico». José Ignacio solía distraerse anotando las matrículas desde su casa, aunque destacó en el fútbol. Tras pasar por el Txistu, Hernani o Euskalduna, terminó en el Danak con 24 años, donde se juntó con Genaro, Grego, Tito Aldaz, Biurrun, Josean Odriozola, Larra, Corella, Josean Modesto... Y entre todos subieron el equipo a la categoría de preferente.
Iñaki Miguel Camio - Diario Vasco - 01-05-2014


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