lunes, 12 de diciembre de 2011

LOYOLA, EL BARRIO EN EL QUE LAS CALLES NO TIENEN NOMBRE


Los barrios donostiarras han cambiado una barbaridad. Basta con fijarse en la fotografía superior del de Loiola. DV dedicó a los barrios una serie de reportajes con espíritu crítico, que firmó Torres Murillo hace cincuenta años. Si quieren, hacemos un viaje en el tiempo viajando al Loiola de 1961 según lo entonces publicado.
«El guardia iba delante de mí por el único paso sin barro de la calle. (...) Barrio de Loyola, siete de la tarde. La calle estaba a oscuras, iluminada únicamente por las luces de las tiendas abiertas: el bar, la carbonería. La calle esa no tenía nombre. Resulta que en el barrio de Loyola, que es San Sebastián, las calles no tienen nombre y las casas no tienen número: se va al buen tun tun. Un grupo de chavales pasa corriendo y salpicando».
¿Barro, calles sin nombre? Pues sí, como corroboraba el anónimo guardia municipal: «Para los que no conocen el barrio esto es como ir a París; no se dice calle de tal y número tantos, sino casa Atorrasagasti, casa cual, el nombre de los contratistas que las han ido haciendo o de los propietarios. Si uno no conoce el barrio está perdido».
6.000 donostiarras vivían en 1961 en un barrio al margen. «Loyola está a unos dos kilómetros del casco. A treinta pesetas de taxi desde la Parte Vieja, a una y pico de autobús. Cuando por la noche alguien se pone enfermo, hay que llamar al médico por teléfono y esperarle debajo del puente del 'Topo' o cerca de los cuarteles o en el fielato, de lo contrario es casi seguro que no sabe encontrar la casa», escribía Torres Murillo. La falta de servicios médicos, junto a la ausencia de un teléfono público, eran las principales quejas vecinales.
El reportaje de hace cinco décadas tiene otros muchos pasajes interesantes: «El municipal me lleva por las cortas calles, anchas y a oscuras, con ropa en las ventanas, hasta salir a la carretera. La carretera está muy bien iluminada. Los vecinos están contentos de tanta luz. Digo los vecinos del 'casco' de Loyola. En las 'casas del Padre Abárzuza' tampoco hay luz. Allí no hay muchas cosas: los técnicos que las construyeron, por querer hacerlas baratas (costó 37.000 pesetas cada piso) las hicieron sin tener en cuenta los más elementales servicios urbanísticos y de higiene; en cuanto el río sube, se inundan. Aquello es una solución transitoria. Y allí siguen».
«El Urumea es un mal río. Además de oler, con el viento sur y las atardecidas se mete por las alcantarillas asomándose por los agujeros. Ese es el grave problema 'técnico' que no permite hacer más casas. El nivel de la tierra es bajo y en los días de riada o en la marea alta el nivel del río sube y el Urumea mete la mano por los desagües. En Loyola hay casas con pozos sépticos y otras con mala alcantarilla; dos feas soluciones. Habría que plantear en serio toda una red de alcantarillado».
Y un vecino opinaba: «Hasta ahora el Ayuntamiento decía que como las calles eran particulares no podía poner nombres ni números; eso no quitaba nada en el momento de pagar contribuciones. Pero se han unido los vecinos y han cedido los viales. Esperamos que ahora pondrán nombres, aunque sea de flores o de pájaros».
 
 Diario Vasco - Mikel G. Gurpegui 10-12-2011

No hay comentarios:

Publicar un comentario