domingo, 21 de octubre de 2012

ANGUSTIA EN LAS ORILLAS DEL URUMEA



Angustia en las orillas del Urumea
LOS VECINOS DE TXOMIN Y MARTUTENE DE DONOSTIA VIVEN CON PREOCUPACIÓN LA ALERTA POR LLUVIAS. TODAVÍA SIGUEN SIN RECUPERARSE DE LAS INUNDACIONES QUE ARRASARON SUS BARRIOS EL 5 DE NOVIEMBRE

LOS vecinos de Txomin y la colonia del Pilar, en los barrios donostiarras de Loiola y Martutene, vivieron la jornada de ayer con angustia e impotencia. Angustia porque les horrorizaba pensar que las fuertes lluvias de las últimas horas pudieran volver a provocar los destrozos que el desbordamiento del río Urumea causó hace menos de un año. E impotencia porque, pese a las promesas, las condiciones de sus barrios no han mejorado desde ese terrorífico 5 de noviembre en el que centenares de hogares y negocios quedaron anegados por el agua del río. Los afectados de ambos barrios hablaban de una especie de "psicosis" ante los numerosos periodistas que se acercaron a la zona para palpar su estado de ánimo, después de que el Gobierno Vasco decretara la alerta naranja por riesgo de fuertes precipitaciones.
"¿Cómo quieren que estemos si la situación continúa siendo idéntica a la del año pasado? No podemos hacer nada para impedir que vuelva a desbordarse el río", explicó Javier Vicuña desde la barra del bar Txalupa. Tal y como recordó, todavía hoy muchísimos afectados siguen fuera de sus casas, por lo que se atrevió a sentenciar que unas nuevas inundaciones supondrían "un desastre total" para el barrio.
En las tres décadas que lleva regentando el negocio, el propio Vicuña ha sufrido en cuatro ocasiones las consecuencias del desbordamiento del Urumea. Y por eso, sabe a la perfección que no hay "nada que hacer" cuando el río se sale de su cauce. "Sea por el water, por las baldosas o por las ventanas, el agua entra seguro, así que lo único que nos queda es alejar los coches, subir los objetos de valor a las estanterías y cruzar los dedos para que las riadas no sean muy fuertes", indicó el hostelero con resignación.
EL AGUA, EN BOCA DE TODOS
Imposible no recordar
En las zonas afectadas por las últimas inundaciones resultaba difícil hablar de otra cosa que no fueran las riadas. Y la mayoría lo hacía con enfado para criticar la "inoperancia" de las administraciones, por no haber hecho "absolutamente nada" para evitar un nuevo desastre. "Ni se ha dragado el río, ni se ha realojado a la gente de Txomin. Lo único que ha cambiado es que ahora nos mandan un mensaje al móvil alertando del peligro", lamentó Ana López, sin poder disimular los nervios.
Sin duda, esta mujer tenía motivos para estar preocupada, ya que, como relata, las riadas del 5 de noviembre "arrasaron" con su familia. En cuestión de 24 horas el agua llegó a superar el metro de altura en su bar, la fontanería de su padre, el garaje de sus padres y su coche. "Perdimos todo y yo me quedé sin trabajo porque nos quedamos sin recursos para volver a abrir el negocio", comentó entristecida mientras tomaba un café en el bar Rincón de Txomin.
La propietaria del local, Silvia, tampoco puede olvidar el desastre que vivió entonces en primera persona. "Gracias a Dios el agua no nos alcanzó porque vivimos en un tercer piso, pero nos quedamos incomunicados durante 48 horas, mientras nuestros vecinos eran rescatados en zodiac", rememoró.
Al escuchar el relato, el cliente Jesús Torres interviene para informar de que él mismo tuvo que saltar a una embarcación desde su ventana, después de que el agua anegara toda su vivienda. Desde entonces, se ha tenido que mudar a casa de un hijo a Intxaurrondo. "Es triste acabar así después de 60 años viviendo en Txomin", apuntó.
El testimonio de Antoska es muy similar, ya que tuvo que ser rescatado por la Ertzaintza desde su piso de la colonia de El Pilar y, todavía hoy, sigue sin poder volver a su hogar. Este vecino, conocido por todos por tener un nombre de origen ruso, nos abre las puertas de su casa para ver mostrar la reforma que está haciendo su hijo. Una marca en la pared señala hasta dónde subió el agua: 85 centímetros.
CONTROLAR LOS NERVIOS
"No está en nuestras manos"
Naturalmente, Igone Illarramendi y su hija Jaione Legarreta tampoco pueden olvidar el fatídico 5 de noviembre pero, ayer, intentaron mantener la calma y atender su carnicería de la colonia de El Pilar como una jornada cualquiera. "Tenemos presente la alerta pero, ¿qué vamos a hacer? ¿Cerrar? Si hay inundaciones entrará agua y nos tendremos que ir, pero mientras seguiremos aquí", comentaban con resignación.
La propietaria de la tienda contigua de comestibles, así como el frutero de en frente hicieron lo propio bajo el argumento de que "evitar un desastre no está en nuestras manos". Eso sí, trataron de colocar los objetos de valor en las partes más altas.
En la misma línea, los trabajadores del centro de arte Arteleku se esforzaron por minimizar los efectos de un posible desbordamiento del Urumea. "El pasado año el agua supero los 1,6 metros de altura, así que hemos subido los ordenadores a las alturas", explicó Javi.
Xabier Agirrezabala, del taller Txindoki ubicado en Txomin, también aprendió la lección y se encargó de que ninguna maquinaria de valor estuviera expuesta a las zonas inundables.
Y, entre avisos, alertas y nervios, la mayoría de los vecinos trató de pasar la jornada con la mayor normalidad posible. Reflejo de ello fue el ir y venir de los peones que continúan reparando en la colonia de El Pilar los destrozos de las últimas inundaciones. Porque, todavía hoy, muchas viviendas están pendientes de ser reformadas y la demora ha provocado que algunas de ellas se hayan hundido. La tierra, literalmente, se las ha comido y por eso ayer los obreros trataban de reforzar los tabiques para que las lluvias de estas últimas horas no provocasen más socavones.
"Pasará lo que tenga que pasar, pero es frustrante que no podamos hacer más que esperar para ver el desenlace", indicaba Pío Abuin. El destino quiso que este vecino de Txomin se encontrara fuera de casa en las últimas riadas, ahora solo espera que la suerte vuelva a estar de su lado.
Elene Arrazola, Noticias de Gipuzkoa 20-10-2012
Javier Vicuña y Juan Ramón Gómez se resguardan de la lluvia con un paraguas delante del bar Txalupa.

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